Tras haber dejado pasar unas semanas desde mi regreso de Mérida de las VIII Jornadas de Cultura Clásica quiero dejar unas pocas reflexiones sobre las mismas, hechas desde la calma y la distancia.
En primer lugar, quiero dejar constancia del gran interés que suscitan entre el profesorado de lenguas clásicas, porque aunque esta era la primera vez que yo asistía, en años anteriores otr@s compañer@s me habían hablado maravillas sobre ellas, pero lamentablemente compromisos personales, familiares y laborales, me impidieron participar. Con esta premisa y el listón tan alto acudí este año deseando que todo aquello que me habían contado y me había imaginado fuera real. Y así ha sido desde el primer día de las Jornadas hasta el final: he encontrado una organización muy buena, un ambiente entusiasta, acogedor, amistoso, trabajador y motivador.
Además ha sido la excusa perfecta para poder conocer en persona a compañeros y compañeras que hasta ahora, al menos para mí, habían sido virtuales pero muy cercanos y para poder charlar, conversar, departir,compartir y bromear con el resto de los profesores y profesoras que allí estábamos demostrando que amamos nuestro trabajo, que nos gusta la enseñanza y que, a pesar de los palos, las trabas, los recortes, seguimos manteniendo con una gran ilusión, esfuerzo y pundonor la enseñanza de las Lenguas Clásicas.
He vuelto a Valladolid muy contento, me siento satisfecho de ser profesor de Latín, Griego y Cultura Clásica, y os agradezco a tod@s l@s que allí estuvisteis y a l@s que no pudieron estar el esfuerzo y la ilusión que transmitís en vuestro trabajo y día a día. Y a los organizadores sólo desearles que puedan seguir manteniendo ese listón tan alto que cada vez se ponen y darles mi más sincera enhorabuena.
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